sábado, 9 de junio de 2007

Flashbacks de Zohar


Solemne, el rollizo John Gielgud bajó la escalera, llevando un cuenco de espuma de jabón, y encima, cruzados, un espejo y una navaja. Tenía puesta una bata amarilla, desteñida.
J.R. Zohar, algo molesto y somnoliento, apoyó los brazos en el remate de la escalera y miró fríamente al muchacho pelirrojo.

-Dime, John, ¿cuánto tiempo se va a quedar Haines en nuestro piso?
-Ya me gustaría saberlo. ¡Jodidos ingleses! Se apalancan y no sábes cuándo vas a poder quitartelos de encima. Y viene de Oxford... tú si que tienes modales de Oxford, Zohar, pero él...
Cautamente, Gielgud acabó de afeitarse y dejó el cuenco sobre una mesa.
-La tía cree que mataste a tu madre. Por eso no le gusta que viva contigo.

-Álguien la mató- dijo Zohar, sombrío.

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- ...el profesor Ikeda sabía que el caldo de un alga marina denominada kombu y preparada de forma tradicional en la cocina japonesa era rico en este específico sabor y empezó con la extracción usando tremendas cantidades de este caldo. Finalmente, consiguió purificar los cristales del glutamato monosódico y se dio cuenta de que la sal de este aminoácido tenía un gusto distintivo que lo llamó umami. Está bien, la clase ha terminado, que pasen un buen fin de semana.

Los estudiantes abandonaron el aula. Zohar, que había llegado unos minutos antes, se acercó al profesor.

- Dísculpe, profesor Kernan, me gustaría hacerle una pregunta...
- Si quiere venir de oyente puede sentarse, no es necesario que se quede de pie junto a la puerta...
- No es eso, verá: sé que hay personas con algunos sentidos muy desarrollados y que usted ha investigado algunos casos... leí en la biblioteca un artículo suyo sobre un invidente que percibía colores con el tacto...
- El sentido del tacto permite percibir cualidades de los objetos y medios como la presión, temperatura, aspereza o suavidad, dureza, etc. La cuestión está en cómo interpreta el cerebro estos estímulos externos. En el caso de Tom, pues así se llamaba el hombre al que se refiere, su cerebro los interpretaba cómo colores, ya que no era ciego de nacimiento.
Pero no tengo ni idea de que es lo que quiere saber... y tengo otra clase al oto lado del College, si quiere consultarme algo sobre el artículo pasese esta tarde por mi despacho.




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-Lo siento, Zohar, no haré más pruebas...
-Pero profesor...
-Sábes perfectamente que el campo de la parapsicología no es mi especialidad. No creía que este tipo de cosas pudieran suceder sin una razón subyacente. Yo soy un hombre de ciencia, si acepté tu caso es porque creí que encontraría una
explicación fisiológica a tu don.
Pero no la hay.
-Y entonces, ¿que debo hacer con mi vida?
-¿Qué clase de pregnta es esa? ¿Ahora estás en la típica crisis del superhéroe adolescente? Desengañate, Zohar, no tienes superpoderes... ni siquiera has conseguido ver el futuro. Lo que te pasa tal vez pueda serte útil en alguna situación, pero eso no te convierte en Spiderman...
Archivaré el expediente de manera anónima. Es todo lo que puedo hacer para ayudarte.


Furioso y al borde de las lágrimas, Zohar salió del despacho dando un portazo. Jamás volvió al Trinity College.

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- Una pinta de Guinness, por favor.
- (...)Vaya, parece que has tenido un mal día, chico.
- Estoy perdido. No sé quién soy.
- Je,je,je...¿y quién lo sábe? Lo que de verdad importa no es lo que uno es, si no lo que puede llegar a ser. Yo trabajo aquí, de camarera, pero tengo muy claro lo que quiero hacer...
- ¿Qué quieres?

- Iré a Londres. Quiero ser actriz.
- Es genial que lo tengas tan claro.
(...) ¿Cómo te llamas?

- Mary... Mary Tine. ¿Y tú?
- Eh... todos me llaman Zohar.
- Es un placer conocerte... Zohar.

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Desde la ventana del modesto apartamento, la joven observaba ensimismada el trasiego de Earl´s Court. Tan absorta se encontraba que no escuchó el ruido de la llave en la cerradura. Él se acercó por detrás y la abrazó:
-¡Nuestros problemas resueltos! Me han hecho un encargo...
-Zohar... sábes que no me gusta que te dediques a eso. Podría ser peligroso.
-Vamos, Mary, no te preocupes... además es un caso sencillo: una mujer sospecha que su marido le engaña. Le sigo un par de tardes, hago alguna
foto... ¡y podremos pagar los atrasos del alquiler!
-(...) Está bien. Pero ten cuidado, ¿vale?
-Te lo prometo. Te quiero, Mary.

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* The Zohar Diary
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Zohar atravesó el portalón. Las letras púrpuras que decoraban la madera siempre le traían gratos recuerdos. Llevaba tantos años unido a aquella institución…, en la que había crecido como persona, logrando llegar hasta donde se encontraba ahora.

Atravesó los pasillos de Kalakshetra, llegando al Ala de los despachos, cuando alguien se cruzó en su camino.

-Jadash…¡viejo amigo, que alegría verte!

-Nadir, ¡Namasté! ¿Qué es de tu vida?

-Aquí sigo, como siempre, ahora estoy trabajando como especialista en sistemas, así que tengo poco tiempo libre para los amigos.-contestó Nadir

-Me han dicho que has conocido a la futura señora Mahadevi…

-Ja,ja,ja. Si, se llama Gayathri, pero de momento no hay nada oficial, sino te habrías enterado por mi, no por absurdos rumores. Bueno, hoy tengo un par de emergencias, pero ya que estás en el país…¿te vienes el sábado a casa?

-Imposible Nadir, hoy mismo parto hacia Australia, y tengo que hacer varios trasbordos y paradas, así que voy a estar fuera un tiempo. Ya nos veremos a mi vuelta. Te llamaré. Entretanto…te he dejado una copia del último diario que he escrito. Ya sabes que aunque ahora trabajes como programador, sigues siendo mi editor, ¿no?

-Hace tiempo que deje de trabajar con mi padre, pero con mucho gusto lo leere. A tu vuelta lo comentaremos, ¿de acuerdo?-y diciendo esto se alejó a la carrera con el diario entre las manos.

Zohar siguió con su camino hacia el despacho del director del centro.

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Zohar cerró la puerta a su espalda. Dejó caer la gabardina empapada al suelo de la habitación del motel, tristemente iluminada por una lámpara de luz amarilla. Estaba exhausto. Sacó de su cartera la carpeta de cartulina marrón y examinó con cuidado el informe que contenía. Apenas podía creerselo. Todos aquellos esfuerzos durante meses habían dado sus frutos. Allí estaba, frente a sus ojos, toda la información que necesitaba sobre aquel hombre al que seguía. Si era cierto todo lo que contaba sobre él el informe debía ser cuidadoso y evitar que sospechase nada. Faltaba aún una semana hasta que se fuese a Los Ángeles, dónde estaba decidido a seguirle, así que tenía tiempo para relajarse y dar una vuelta. Bajó las escaleras y vió a una mujer joven en el aparcamiento, así que se acercó a preguntarle:

.-Disculpa, ¿sábes si por casualidad hay algún bar abierto por aquí cerca?
.- Claro, hay uno no muy lejos, dos manzanas es esa dirección. Si quieres puedo acercarte.
.- Por supuesto. Gracias.
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Zohar se frotó los ojos y se desperezó, buscándola en la cama. Pero ella ya se había levantado y le observaba, sonriente, desde el marco de la puerta.
- Buenos días, dormilón.
- mmmbuenos días... qué bien huele, no?
- He preparado café -
Aika se acercó al borde de la cama y se apoyó para besarle - pero no te levantes todavía, es pronto. Voy a darme una ducha.

Zohar siguió con su mirada el movimiento de sus caderas hasta que la puerta del baño se cerró a su espalda. Después escuchó el sonido de la ducha. Al girar sobre el costado vió sobre la mesilla su billete de avión.
Alargó el brazo y lo abrió: Vuelo 815. Oceanic Airlines. Asiento 40F.
Volvió a dejarlo en su sitio. No iba a coger el avión. Aquella semana con Aika había sido increíble. Y realmente no necesitaba continuar su investigación. Sabía prácticamente todo sobre aquel tipo: su número de pie, las revistas a las que se había suscrito, los libros que cogía en la biblioteca, la marca de pastillas para dormir que tomaba su hermano...
No tenía ninguna razón para seguirle a Los Ángeles. Y tenía una muy importante para quedarse en Sydney: Aika.

Al pensar en ella, se extrañó de que siguiera en la ducha y se acercó a darle una sorpresa. Pero la sorpresa se la llevó él. Al abrir la puerta del lavabo sólo encontró la ducha conectada y la ventana abierta.
Una terrible intuición le recorrío como un escalofrío. Corrió al cajón donde guardaba la carpeta con el expediente. En la solapa estaba escrito el nombre del hombre al que investigaba: Johnny Spiegel. Estaba vacía.

- Mierda... Joder, me la ha jugado. Cómo he podido caer en un truco tan viejo...

Zohar se vistió contrarreloj, cogió su bolsa de viaje y volvió a tomar su billete de la mesilla. Ahora sí debía tomar ese vuelo. Si no enviaba la información en dos semanas estaba perdido.


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